Y sangrando los dedos

39 grados
Quique González

| D | (Riff)

No importa lo lejos que vayas,
no importa de dónde vengas,
esperarán para cuando vuelvas
buzones llenos de propaganda.
No [Em]debes esperar la marea
en [A]una habitación sin sombra.

| D | (Riff)

Otro verano de periódicos flacos
y asesinatos en cadena,
tipos que saltan al telediario
cansados de ser reservas.
La [Em]luna se derrama los sábados
como la es[A]puma de cerveza.

  Y la ciu[G]dad de agosto es un [D/F#]kiosco cerrado, [Em]
  un cementerio de [A]coches abando[G]nados.
  No hay [D/F#]nadie que se atreva a sa[Em]lir;
  es [G]hora de sacar el or[F#]gullo de barrio [Bm]
  pero la calle [A]hierve a treinta y [G]nueve grados.
  No hay [D/F#]nadie que se atreva a sa[Em]lir. [G]
  No hay [A]nadie que se atreva a sa[D]lir.

| D | (Riff)

No importa lo lejos que vayas,
no importa que no te despidas,
una lolita escapó de casa,
no tienen ninguna pista.
Hay [Em]gente que no deja ni rastro
para per[A]derse de vista

  Y la ciu[G]dad de agosto es un [D/F#]kiosco cerrado, [Em]
  la sombra de un Volks[A]wagen abando[G]nado.
  No hay [D/F#]nadie que se atreva a sa[Em]lir;
  es [G]hora de sacar el or[F#]gullo de barrio [Bm]
  pero la calle [A]hierve a treinta y [G]nueve grados.
  No hay [D/F#]nadie que se atreva a sa[Em]lir. [G]
  No hay [A]nadie que se atreva a sa[D]lir.

| D | (Riff x8)
| Em | - | A | - |

  Y la ciu[G]dad de agosto es un [D/F#]kiosco cerrado, [Em]
  la sombra de un Volks[A]wagen abando[G]nado.
  No hay [D/F#]nadie que se atreva a sa[Em]lir;
  es [G]hora de sacar el or[F#]gullo de barrio [Bm]
  pero la calle [A]hierve a treinta y [G]nueve grados.
  No hay [D/F#]nadie que se atreva a sa[Em]lir. 
	(Repetir hasta el final)

(En directo, recita esto sobre G D/F# Em)
Si consideramos lo que puede verse:
motores que nos vuelven locos,
amantes que acaban odiándose,
ese pescado que nos mira en el mercado
flores podridas, moscas atrapadas en telarañas,
las cárceles atestadas,
el tópico de los parados.

Estas y otras cosas
demuestran que la vida gira en torno a un eje podrido.

Pero nos han dejado un poco de música
y un póster clavado en el rincón,
un vaso de Whisky, una corbata azul,
un delgado volumen de poemas de Rimbaud,
un caballo que corre como si el diablo le estuviera
retorciendo la cola
sobre la hierba azul y el griterío
y después, de nuevo, el amor
como un coche que dobla la esquina,
puntual,
la ciudad a la espera,
el vino y las flores,
el agua corriendo a través del lago,
y verano e invierno 
y de nuevo el invierno.

Guillermo Hoardings
5 de febrero de 2005

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